29 ago 2014

Qué nos atrapa de un libro

Por: Daniela Chueke

Conversamos con Alejandro Soifer acerca de los caminos que nos llevan a descubrir la literatura. Según el escritor, algunas sagas de moda como Los juegos del hambre, el género romántico y las novelas policiales pueden abrirnos las puertas a los clásicos universales. Y además, empezamos a leer juntos un cuento para comentar en el próximo encuentro.




 
¿Qué te atrapa de los libros?  Foto: Corbis

El mundo está lleno de libros preciosos, que nadie lee. Los buscadores atribuyen la cita a Umberto Eco quien en El nombre de la rosa describe a la lujuria del intelecto como el más intenso y peligroso de los comportamientos humanos. La acción de esa novela transcurre en una abadía medieval famosa por albergar una importante biblioteca, dueña de estrictas normas de acceso, entre cuyos libros se encuentra la respuesta a unas muertes misteriosas. Las palabras son poderosas y el lenguaje contiene todos los secretos de la existencia humana. Ese pareciera ser el supuesto que edifica la novela del semiólogo, ensayista y escritor italiano. De lo cual se puede deducir que tal vez por eso los libros se vuelven peligrosos. Y que quizá ese peligro, junto con la promesa de una revelación, sea lo que justifica la extraordinaria atracción que nos provoca la literatura.
Tal vez estemos en condiciones de asumir que leer, a estas alturas de la evolución humana, se ha convertido uno más de nuestros instintos de supervivencia. Tan básico como cualquier otro: comer, dormir, leer. Una hipótesis probablemente incomprobable, pero que sin embargo encierra una verdad pragmática: leer te hace sentir que vivís. O, al menos, que vivís un poco mejor.
¿Será por eso que tantas veces sentís la necesidad de contagiar tu entusiasmo a otros? ¿No te gustaría que tus hijos, pareja, amigos, padres, se entusiasmaran con algún libro tanto como vos?


 
¿Te gustaría que tus hijos lean como vos?.  Foto: Corbis

Claro que sí. Ahora bien, sin volvernos fundamentalistas y si, más o menos coincidimos en que leer nos hace bien a todos, la pregunta es cómo hacemos para provocar el mismo efecto en las personas que queremos. Cuántas veces se nos ocurre que a alguno de ellos debería leer tal o cual libro y entonces se lo recomendamos, prestamos o regalamos porque "sabemos" que le va a hacer bien. Pero lo cierto es que para el otro no es así, por más que aprecie la generosidad del gesto, al libro ese que le dimos no lo lee y tal vez no lo vaya a leer nunca. ¿Qué hicimos mal? Nada, obvio, salvo que tal vez el destinatario de nuestro obsequio tenga otros intereses. Tal vez prefiere las series, los blogs, twitter, Facebook que, nos guste o no, también son espacios que llevan a la lectura. Sin contar que también en el mundo digital están apareciendo nuevos formatos literarios que convocan tanto o más que un buen libro.
De todo esto surge la pregunta, infinitas veces formulada, motivo de incontables ensayos y congresos pedagógicos que se repiten cada año en el mundo: ¿Cómo se construye el hábito de la lectura cuando estrictamente estamos hablando de libros?
Para acercarnos a una respuesta elegimos conversar sobre el tema con Alejandro Soifer, profesor de letras, periodista y escritor que lleva publicados dos libros de no ficción (Los Lubavitch en la Argentina, Sudamericana, 2010 y Que la fuerza te acompañe: la invasión de las culturas nerd, geek y friki, Marea, 2012) y está a punto de publicar su primera novela, Rituales de sangre, que saldrá en agosto, editada por Suma de Letras.
Arranca convencido: una persona descubre el gusto por la literatura cuando se da permiso para leer aquellos libros que simplemente lo emocionan. Sin preguntarse nada más. No importa el género ni el valor literario de la obra para empezar a leer. Sin prejuicios ni pretensiones empezás a disfrutar de leer como una alternativa más de entretenimiento y a partir de ese momento todo puede pasar.
"Un lector se forma en la medida en que encuentra lecturas que le interesan, lo interpelan y le producen emociones. Esto es como todo camino evolutivo. Uno empieza con un texto que está escrito en una forma accesible, sencilla y después se va formando un gusto propio que con el tiempo se va sofisticando. Nadie va a empezar leyendo un texto hermético, imposible de entender", explica cuando le pido que me cuente más sobre un posteo que leí en su blog: Cómo se forma un lector , en el que relata la experiencia de abordar el tema con un grupo de adolescentes.
"En los circuitos literarios de nuestro país no está muy bien visto el acercamiento a la lectura como una forma de entretenimiento pero eso es lo que es en definitiva. Leer es una forma de pasarla bien, por eso es básico que lo que leés te provoque placer", adelanta. En ese mismo sentido se pregunta por qué la carrera de Letras no es un espacio en el que se prioriza un enfoque filosófico de la literatura que deja de lado el análisis sobre la finalidad placentera de la lectura. De hecho, advierte que cuando la formación es estrictamente academicista, el riesgo es achicar las oportunidades para lectores y para escritores de encontrar el auténtico sentido de la experiencia literaria.
"Yo estudié Letras porque me gustaban los libros. Cuando era chico leía una novela y me preguntaba cómo estaba construida. Lo que quería era saber la arquitectura de los libros", confiesa y admite que quienes no comparten esta motivación, de leer libros porque quieren ser escritores, lo que los mueve a leer es una cuestión puramente estética. Sólo quieren divertirse y esta primera motivación para un lector es absolutamente legítima. Como profesor de letras, es esta motivación lo que busca descubrir en sus alumnos, qué los interpela, qué los atrapa, porque sólo así puede cocinarse un buen lector.
- ¿Todo vale a la hora de elegir qué leer?
- No sé si todo. Pero lo cierto es que hay muy buenos escritores dentro de lo que sería la literatura comercial, como Paul Auster y Haruki Murakami que son emblema de los que están en el medio entre lo popular y lo más sofisticado. Ellos son criticados por una élite literaria que se siente atacada porque haya escritores populares que además escriben bien. Pero esa literatura que está atada a buscar una cierta excelencia literaria, una sofisticación del lenguaje o del modo en que está escrita a mí particularmente no me interesa.


 
Foto: Corbis

- ¿Entonces qué recomendás como primer acercamiento a la buena literatura?
- Empezar por lo que más lo conmueve a cada uno. Por ejemplo, empezás a leer novelas románticas, una detrás de otra y va a llegar un punto en el cual vas a descubrir que son todas similares, que funcionan con un sistema o un punto de construcción que es siempre el mismo. En ese punto es probable que se te agote el placer en ese tipo de novelas, entonces vas a empezar a buscar otro tipo de texto. Este me parece que es un camino natural, que no es forzado. No creo que haya que decirle a una persona que está empezando a leer que hay cosas que no son buenas o recomendarle que no las lea. Además, quizás uno llega a otro autor en otro momento porque leyó una referencia en esa novela romántica. Este es un camino muy válido.
- ¿Vos cómo empezaste a leer?
- Yo he leído de todo y empecé con novelas de aventura o policiales, autores que no son considerados de una excelencia literaria excepcional, pero después a partir de eso seguí leyendo otras cosas y ampliando el círculo de escritores que me gustaban.
- ¿Cómo es con tus alumnos la relación con los libros?
- En la clase de lengua hablamos de mitología y generalmente los chicos se enganchan con el mito porque es algo que conocen de películas o de relatos que circulan en la vida cotidiana. Ahora si yo les digo que para la semana que viene tienen que leer La Ilíada, que es un texto maravilloso, que leerlo fue lo mejor que me pasó en la vida, lo más seguro es que no vaya a conseguir que lo lean. En cambio si les hablo del mito, si lo refiero a alguna película o a alguna historieta, quizá les interese y en algún momento, algunos de ellos, no todos seguramente, van a querer leer la fuente original y tener ese tipo de experiencia literaria más compleja. Pero me parece que no hay que forzar las cosas.
- ¿Qué te parece interesante para una generación de lectores más acostumbrada al vínculo con las pantallas que con el papel?
- Me parece que estamos en un momento en la sociedad en la que lo que más se consume es narración. Las series de TV y cualquier tipo de producto de entretenimiento están basados en relatos que son relatos organizados, con estructuras narrativas. No creo que quien está educado en este modo de consumo de los bienes culturales, se sienta atraído por textos poéticos, de un trabajo y una palabra súper sofisticada. Más bien creo que cabe esperar que no se enganchen con la lectura y te digan que los libros son todos lo mismo, que esto no me interesa. En cambio les ofrecería ciertos libros que si bien son menospreciados o ignorados por la crítica literaria, encuentro que están muy bien escritos. Por ejemplo, Los juegos del hambre , de Suzanne Collins. El año pasado estuve en Boston y cuando paseaba por el campus de Harvard, en una librería donde venden los libros que ahí estudian vi, en la bibliografía en un curso de inglés, que estaba incluida esa trilogía. Me llamó la atención que se pusiera un texto comercial en un programa de literatura, algo que en la academia argentina no se permitiría, por lo visto, en Harvard, sí. Esto me llevó a notar que ya es hora de reconocer que en el mercado de la literatura popular existen realmente cosas muy buenas y que valen la pena, que están bien escritas, que además son muy fáciles de acceder y que nos pueden llevar a obras más sofisticadas.
http://www.revistaohlala.com/1702672-que-nos-atrapa-de-un-libro

Alerta wi-fi: dicen que hay que apagarlo a la noche

Lanzaron una campaña
Expertos españoles proponen también sacarlo de los colegios porque, aseguran, trae riesgos para la salud. Dicen que hay que volver al cable.

    Pionero
    Una exposición prolongada y continuada en el tiempo a las radiaciones que emite el wi-fi tiene efectos nocivos en la salud. En casi todos los colegios el acceso a internet se hace a través de wi-fi. Se estima que los niños están un mínimo de 6 horas al día expuestos a estas radiaciones, 132 horas al mes, 1.188 horas al año. La Organización para la Defensa de la Salud, la Fundación Vivo Sano y la Fundación para la Salud Geoambiental han lanzado una campaña nacional para retirar el wi-fi de los colegios. Bocos es uno de los pocos abogados especializados en contaminación electromagnética en España, fundador de Juristas Contra el Ruido y profesor de máster en Derecho Ambiental.

    La Organización para la Defensa de la Salud, la Fundación Vivo Sano y la Fundación para la Salud Geoambiental lanzaron en España una campaña nacional para retirar el wi-fi de los colegios, alertando sobre sus riesgos. 


    "El wi-fi emite radiaciones electromagnéticas a una potencia muy elevada; las consecuencias son nocivas para todos, pero en especial para los niños, más vulnerables porque están en pleno desarrollo", advirtió el abogado ambientalista Agustín Bocos durante una entrevista con el diario La Vanguardia. 

    Inglaterra, Francia y Suecia son algunos país en los que se está retirando el wi-fi. "Se está haciendo en escuelas, museos, bibliotecas y lugares públicos. La tecnología inalámbrica no está revisada por sanidad ni por ningún organismo que nos pueda decir qué potencia emite y cómo se controla esa emisión", explicó. 

    Para no correr riesgos, el especialista aconseja usar "cable" porque asegura que hay estudios que ya  "relacionan la hiperactividad, las cefaleas y el mal dormir infantil con estas ondas". Y, como mínimo "apagar a la noche el wi-fi" hogareño. 

    El fundador de Juristas Contra el Ruido y profesor de máster en Derecho Ambiental contó que existe un informe de acceso público, Bioiniciative, que resume más de 2.000 estudios internacionales, donde se vincula la exposición prolongada a radiaciones electromagnéticas con ciertos tumores.
    "La Organización Mundial de la Salud ha clasificado oficialmente este tipo de radiaciones como posible cancerígeno", explicó Bocos, uno de los pocos abogados especializados en contaminación electromagnética en España.
    Bocos también señaló que la contaminación electromagnética se está incrementando a pasos agigantados en muy poco tiempo. "No sabemos qué va a pasar, probablemente lo sepamos cuando las consecuencias sean irreversibles. La propia Unión Europea está instando a los estados a que reduzcan los niveles. Hoy se estipula que por encima de 0,1 hay peligro de daño sobre la salud", señaló el abogado. 
    Fuente:http://www.clarin.com/sociedad/WIFI_0_1200480268.html


    Cuando necesites hacer cambios en tu vida, comienza con actitud positiva

    Por: Viviana González De Marco

    Los cambios se producen desde adentro hacia afuera, la actitud positiva es primordial

    Comienza con actitud positiva

    Para sentirse bien por dentro y por fuera debes comenzar con una actitud positiva. Es el "yo puedo, yo quiero" no el "no sé si podré, aunque quiero…". Primero te mirarás al espejo totalmente desnuda de arriba hacia abajo. No temas que el espejo no te dé la imagen que sueñas. Al principio, es un poco chocante porque dirás, ¿qué he hecho conmigo misma? ¿Por qué no me quiero? ¿Por qué no me mimo? ¿Es tanto el odio que siento por mí? Y si, es la autoestima que te juega esa mala pasada de tirarte el ánimo hacia un abismo sin salida. Sin embargo, se puede salir cuando hay voluntad de querer cambiar uno misma.
    Aprende a aceptarte tal cual eres. Aprende a aceptar los defectos o corregirlos. Jamás te compares con otras mujeres, tú eres única, individual e irrepetible. Ahora bien, después de hacer un exhaustivo examen de tu cuerpo, pondrás manos a la obra a hacer un cambio en ti.
    Empezaremos primero sobre el cabello: ¿qué tipo de cabello tienes? ¿Quebrado?¿sin vida?¿llovido?¿con caspa?¿ graso, seco o mixto? Bien, después de este breve análisis, compraré y usaré un buen champú, un acondicionador y desenredante y mascarilla para el cabello. Eso es un mito de que no puedas lavarte el cabello todos los días, puedes hacerlo todos los días.
    Ahora vamos a nuestro cutis, hacemos un análisis. Si hay acné, puntos negros, espinillas, si hay partes grasas y secas según las zonas de nuestro rostro. Harás un ritual todos los días de limpiar, nutrir y refrescar el rostro y cuello y una vez a la semana te colocarás una mascarilla purificante para sacar lo que aún no ha podido llegar nuestra limpieza diaria.
    ¿Tenemos kilos de más? ¿La balanza muestra aumento de kilos? Pues a bajarlos. ¿Cómo? Yendo al nutricionista para que nos haga una dieta acorde a nuestra talla y peso, no busquemos dietas milagros, de esas que te dicen: en tres días bajarás 10 kilos, porque son mentiras. Tanto la dieta como el ejercicio es fundamental. Si no tienes dinero para ir a un gimnasio, podes caminar una hora diaria, hacer flexiones o ir cerca de la playa o en los parques o plazas que suelen haber máquinas para poder realizar ejercicios al aire libre y una cosa importante: el agua, no se te olvide beber dos litros o más porque nuestro cuerpo esta no solo compuesto por agua sino que necesitamos para no deshidratarnos, más ahora en verano.
    Cuando comiences a ver los cambios en tu figura e imagen, tu autoestima estará en alza y es ahí donde comenzarás también a cambiar tu modo de ver el mundo y de vestirte resaltando aquello que hasta hace unos meses escondías.



    http://es.blastingnews.com/estilo/2014/07/cuando-necesites-hacer-cambios-en-tu-vida-comienza-con-actitud-positiva-00115137.html

    25 ago 2014

    Cómo organizar tus documentos antes de morir

    Nadie está exento de sufrir algún accidente, no dejes problemas a tus familiares, pon todo en orden y avisa en qué lugar están







    ¿Qué es lo que más te preocupa si tu familia se queda sola en caso de que fallezcas, su futuro económico, por eso contrataste un seguro de vida?
    ¿O tal vez te preocupa heredarles problemas y por eso ya hiciste tu testamento? Porque, aunque parezca de novela, las familias sí se pelean cuando alguien muere intestado.
    Aunque creas que has hecho todo para dejarles los menos problemas posibles en caso de faltar, aún no cierras el ciclo. Primero tienes que informarles de todos los asuntos que les competen y segundo: debes poner en orden los documentos que están relacionados con ellos, los debes de dejar donde puedan encontrarlos y usarlos en caso de que mueras.
    Toma en cuenta que si diste el paso más difícil y entendiste que al tener un seguro estás previniendo complicaciones y es mejor tenerlo y no usuarlo, que necesitarlo y no tenerlo; no eches a perder todo ese esfuerzo por no avisar a tu familia en qué lugar están.
    http://www.excelsior.com.mx/nacional/2014/07/19/971700#imagen-2

    Cómo encuadernar libros

    Por: Elvia Chavarría


    Ya sea que necesite darle nueva vida a un libro deshojado, quiera darle cuerpo a una obra propia o simplemente desee armar una libreta de apuntes o ilustraciones, vale la pena aprender técnicas caseras de encuadernación que incluso se emplean para la producción de libros de artista.


    No se requieren herramientas sofisticadas ni un gran presupuesto; incluso una de las ventajas de hacerlo uno mismo es la posibilidad de elegir materiales y diseño.
    Lo único necesario para realizar su propia libreta es un espacio adecuado y paciencia; entre más cuidado se invierta en la tarea, más satisfactorio será el resultado.
    Encuadernar un libro o un texto personal ofrece la posibilidad de hacer perdurable su contenido, y se conserve mejor. Por otra parte, realizar un encuadernado con hojas en blanco permite un abanico de posibilidades: puede usarse como agenda, diario e incluso como libreta de notas para el regreso a clases.
    A continuación se describen tres técnicas para realizar un encuadernado.






    Fuente:http://www.excelsior.com.mx/expresiones/2014/08/16/976481#imagen-5

    21 ago 2014

    Qué es un lector (y otros enigmas sin solución aparente)

    Por:Maximiliano Tomas
    Creo que lo escribí acá mismo, hace algunos meses: yo estaba seguro de que la mayoría de los jóvenes no leía ficción hasta que en la última Feria del Libro me topé con una fila de cinco mil adolescentes que esperaban que un tipo llamado James Dashner, de quien no sabía absolutamente nada, les dedicara ejemplares de sus novelas. Para amenizar el tiempo, que resultaron ser unas cuantas horas, esos chicos leían. Parados, sentados en rondas en el piso, apoyados en los stands, leían, un libro tras otro. Todavía no sé bien por qué, pero la revelación me sorprendió y hasta me puso, por un rato, de buen humor. Quizá porque la imagen vino a demostrarme que esa entelequia que llamamos lector se resiste a adaptarse a nuestros prejuicios, no se deja apresar por nuestras teorías al paso y, sobre todo, exhibe una particular impermeabilidad a los estudios de mercado y las estrategias de los especialistas en marketing. Porque si se pueden crear y financiar grupos de música y programas de televisión en laboratorios de diseño de consumo, nadie hasta ahora, en unos cuantos siglos de existencia de ese objeto llamado libro, ha encontrado la manera de fabricar un bestseller.
    Si no existen recetas debe ser, entre otras cosas, porque nadie sabe exactamente qué es un lector, ni muchos menos cuál sería el lector ideal. Y también porque los hábitos de lectura cambian más rápido de lo que podemos percibir, mucho más que la propia literatura. Tal vez por eso, al mismo tiempo que dan cuenta de las novedades editoriales, cada vez más las publicaciones y las páginas literarias suelen interrogarse sobre las antiguas y las nuevas formas de leer. Y por las diferencias y los vasos comunicantes entre lo que suele denominarse literatura comercial y literatura a secas, cuyas fronteras (si bien nadie dudaría en dónde ubicar a un Thomas Bernhard y a un Dan Brown) tienden a ser cada vez más borrosas.
    Si se pueden crear y financiar grupos de música y programas de televisión en laboratorios de diseño de consumo, nadie hasta ahora, en unos cuantos siglos de existencia de ese objeto llamado libro, ha encontrado la manera de fabricar un bestseller
    En una de estas aproximaciones siempre parciales hacia la definición de un lector (que Alberto Manguel intenta responder en parte en su libro Una historia de la lectura) Rebecca Mead se pregunta, para el New Yorker, por qué se sigue creyendo que solo los libros livianos pueden proporcionar placer y entretenimiento (a diferencia de los clásicos, que se supone que uno debe leer). En pocas palabras, la oposición entre una lectura hedónica y otra obligada. "Esa distinción nace de un puritanismo cultural que insiste en que la única diversión que se puede obtener con un libro es de carácter pasajero, o de que leer algo fácil o accesible será necesariamente agradable", escribe. "¿Pero qué pasa con otro tipo de placeres, como el que genera una lectura que nos desafía, o el que provoca que nuestros sentidos se expandan, o el que se experimenta al sumergirse en mundos desconocidos? ¿Acaso no se puede disfrutar de leer de una manera ambiciosa?", se pregunta Mead.
    Tim Parks, que suele ocuparse de estos asuntos en el New York Review of Books, inquiere por su parte si existe realmente una suerte de lectura evolutiva a través de los años. Si es cierto que alguien que empieza leyendo sagas de fantasía o de misterio en su juventud, o se inicia en la literatura con Harry Potter, derivará alguna vez en autores considerados serios o de calidad: "¿Cuántas veces escuchamos la frase de que lo importante es que alguien lea, aunque sea este tipo de libros, porque así al menos existe la posibilidad de que un día pase a otra cosa mejor?". Para Parks, eso sería como imaginar que hay "una escalera neoplatónica que lleva de lo bajo a lo alto, en una suerte de inversión optimista de la leyenda que dice que fumar marihuana conduce irremediablemente a drogas duras como la cocaína o la heroína". Parks descree de la relación de continuidad entre las lecturas pasatistas (de bestsellers o novelas de género) y las otras (la literatura de autor), y está convencido de que detrás de aquella afirmación solo hay menosprecio hacia el lector común y paternalismo intelectual por parte de los críticos y los académicos. "Lo que ninguno de nosotros quiere admitir es que hay muchas maneras de vivir una vida plena y responsable, y de convertirse en alguien inteligente, sin la necesidad de leer literatura".
    Un lector nunca es una entidad unívoca e inmutable, porque el propio ser humano no lo es
    Uno podría pedirle precisiones a Parks sobre quiénes son los que afirman lo contrario, pero convengamos en que se trata de un prejuicio difundido: todavía debe haber quien crea que el mero hecho de leer ficción construye hombres más sabios o mejores. Pero lo que olvida, más allá de su saludable afán polémico, es que un lector nunca es una entidad unívoca e inmutable, porque el propio ser humano no lo es. Con los años, todos cambiamos de hábitos, de gustos y de ideas, y por lo tanto también de lecturas. No se trata tanto de que exista una escalera que conduzca progresivamente del sótano a la terraza de la literatura, sino de momentos para leer ciertos libros y de los diversos efectos generados por esas lecturas. Puede haber, en un comienzo, autores que funcionen (como los primeros viajes, trabajos o amores) como iniciadores de lectura. Nombres que dibujen, más que una escalera ascendente, una serie de caminos múltiples, sinuosos y sugerentes como las calles de una ciudad medieval. Esos iniciadores de lectura y su valoración literaria también cambian con las generaciones. La de mis padres estaba relacionada con autores como Verne y Salgari. La mía con Quiroga, Arlt o Cortázar. Quizá los de Dashner, Rowling o Collins sean los nombres con los que hoy miles de lectores se abren a la literatura.
    Fuente:http://www.lanacion.com.ar/1720363-que-es-un-lector-y-otros-enigmas-sin-solucion-aparente

    20 ago 2014

    Oscuro objeto del deseo - Un cuento de bibliotecarios

    Por: Isabel Garin



    Juan abre la puerta, enciende la luz, porque es temprano y todavía está oscuro, y el depósito se ilumina. El depósito es grande y está lleno desde el suelo hasta el techo de estantes llenos de revistas y libros.  Juan se queda un  momento mirándolo desde la  puerta como si fuera la primera vez que lo ve: desde ahí  los anaqueles parecen un ejercicio de dibujo, de perspectivas,  de líneas en fuga, y  a él le gusta mucho observarlo así. Inspira y siente el olor,  que  huele a papel encerrado, a aire quieto,  un olor que se instalaría persistente  si él  no se ocupara de abrir las ventanas y dejar que cambiara ese aire. Esta es una de  las tareas que le encomendaron no más llegar a la biblioteca: mantener el depósito limpio, ventilado y  ordenado. Juan, que  sabe que a él le cuesta más que a los demás entender lo que se le dice,  escuchó  con toda su atención las indicaciones que le daba   Gloria, la  jefa de la biblioteca, que lo ha tomado bajo su cuidado personal, lo ha recomendado a cada uno pidiéndole que lo ayuden y lo consideren especialmente,  y se esmera con el más que con nadie porque es hijo de una amiga. 

    El depósito es un oscuro objeto del deseo. Así le dijo Gloria, que es irónica y cinéfila,  la  primera vez que lo llevó a conocerlo y ver qué y cómo se guarda, sin que Juan entendiera qué significaba “oscuro objeto del deseo” aunque por  la resonancia de la palabra “objeto” le pareció que podría ser algo de forma cúbica y materia dura y pesada.  Decidió esperar a entender sin preguntar nada más.  Mientras, Gloria le contó que el lugar fue un hallazgo de su antecesora, que lo localizó oscuro y cerrado desde hacía mucho en este edificio tan grande y con zonas olvidadas, perdidas en el abandono, sin uso alguno. La antecesora lo solicitó a las autoridades y lo obtuvo, lo limpió y lo acondicionó, y cuando ya estaba limpio y utilizable se despertaron sordas batallas por él, un deseo de posesión  que estaba atado y que entonces se desató con furia.  Hasta hubo toda una guerra que duró tres años. 

    Es que  habían aparecido viejos títulos de propiedad esgrimidos por oficinas que argumentaban que el espacio estaba destinado a algún fin cuyo gestor se había jubilado hacía una década y de cuyas intenciones no había quedado ni  un plano ni una firma ni un papel de verdulería. Juan dedujo aquí que el deseo sería oscuro porque no tenían  cómo reclamarlo con claridad. La diplomacia de la institución jugó cartas  a favor y en contra, según las demandas que resucitaban después de tanto tiempo adormecidas. A la encarnizada Guerra de los Tres Años la ganó la biblioteca, reafirmando de esa manera sus títulos porque no hay biblioteca que se precie que no haya tenido que  batallar por un depósito y se lo  haya ganado a puro esfuerzo.

    – ¿Entendés? –  se había querido asegurar Gloria.

    Ella, Gloria,  lo había heredado como se heredan las joyas del reino, le dijo con una sonrisa cómplice, y  ha mantenido la victoria mucho tiempo, tanto que tendría que hacer memoria desde cuándo se guardan materiales ahí. Mientras, el depósito se fue llenando de la vida bibliográfica…

    – ¿Hay una vida bibliográfica? –  se había asombrado Juan.  

     …que nace en los expedientes de compra y se reproduce entre los canjes y las donaciones, y que luego vive y se desarrolla en los estantes de acceso abierto de la biblioteca,  y más tarde se corre y deja su lugar a los materiales recién nacidos. Los libros y revistas ya madurados en la biblioteca perduran después en este depósito, le señaló,  por el sentido que les da ser partes de colecciones. ¿Entendía?

    Y que el depósito sigue siendo un objeto de deseo, ilustró Gloria, lo demuestra que no pasa año en que no haya que parar algún avance,  peligrosas indirectas, susurros a medias solicitud, a medias exigencia, para que la biblioteca lo mude a algún lugar inespecífico y ceda el espacio, que está en la planta baja y es de muchos metros cuadrados y con ventanas a un patio interno que le dan buena luz y aireación.

    – ¡Jamás! – le enseña Gloria, con el índice en alto.

    Jamás. Como el oscuro deseo siempre existe, la biblioteca está siempre en guardia. Y más ahora, que cambió la gestión y no se sabe bien con qué se puede venir…No se sabe porque la reciente gestión  no ha convocado a Gloria ni para conocerla y ella ya ha pedido tres veces una entrevista a las nuevas autoridades, sin resultado hasta ahora. Además se rumorea que existen planes de reformas edilicias, de cesiones de espacios,  de  extrañas concesiones y de cambios en la institución que tienen en alerta a todo el mundo. Ojos bien abiertos, le dice Gloria a todos los de la biblioteca y también a Juan. A Juan se lo dice con una expresión amable, que no le exige como al resto.

    Así instruido, Juan ha tomado muy seriamente su trabajo porque es el cuidador de  mucha vida guardada. Le gusta llegar cada mañana y encontrar el depósito  como está, cerrado,  porque le agrada hacer algo por él, como abrir las ventanas y dejar que el aire lo limpie.  Mientras se ventila él guarda concentradamente, con un esfuerzo que le arruga el entrecejo, los materiales que pidieron en la sala el día anterior de la forma que Gloria le enseñó y que él  pudo aprender gracias a su propia  perseverancia.

    Hoy, Juan acaba de abrir el depósito y apenas ha terminado de admirar otra vez las líneas en fuga, cuando dos hombres llegan detrás de él.  Es temprano,  a Juan le parece extraño que un lector aparezca por  sí mismo a buscar materiales en el depósito,  y queda expectante. Uno de los hombres, que es alto y emana una autoridad que lo inhibe,  extiende una mano para saludarlo y se presenta, pero Juan no entiende quién es porque se ha descolocado por esta situación fuera de lo habitual. 

    El hombre que emana autoridad escruta su rostro y su aspecto con  curiosidad bien contenida y luego, elegante, se encoge de hombros y se desentiende de él; a continuación introduce al  hombre que lo acompaña, el que deja una  carpeta sobre un estante, saca un metro de su portafolios y empieza a medir de acá para allá y de allá para acá, y de arriba abajo, y a tomar notas en su tableta. Juan duda entre avisar  a la biblioteca, que está un piso más arriba, de esta visita fuera de lo habitual, o quedarse. Decide quedarse,  porque no puede abandonar la vida bibliográfica del depósito a merced de estos extraños. Abre las ventanas, observa lo que hay para guardar, hace como que ordena,  pero vigila muy atento.

    Mientras espera que el hombre del metro termine su trabajo, el hombre de autoridad se pasea ida y vuelta con las manos en el bolsillo, curioseando los lomos de los libros,  y en uno de los pasillos, allá en la otra punta, ve a Juan que parece guardar revistas. No le dice nada ni le hace ningún gesto de reconocimiento, parece que no lo viera o que Juan no existiera. Luego,  conversa con el hombre que mide.  

    Juan no puede entender la animada conversación que están manteniendo los dos pero siente disgusto oyéndolos y una sospecha muy grande. Gloria no le ha avisado que irían unos hombres a tomar medidas. ¿O sí le avisó? No puede recordarlo y se inquieta. ¿Él tenía que hacer algo y no entendió qué?  Se inquieta más todavía, porque siempre le cuesta entender. ¿Y para qué miden? ¿Quién es el hombre que ni lo mira? Juan se incomoda ahora: no se atrevió a repreguntarle quién era para entrar así al depósito. Se propone entonces averiguarlo por su cuenta. Juan siempre averigua muchas cosas por su cuenta.

    Después de unos minutos el que mide dice que ya está,  y él y el otro  se aprontan para retirarse mientras hacen los últimos comentarios. Desde donde Juan está escucha un “buenos días” que le darán a él porque no hay  nadie más en el depósito. Se los han dado sin verle la cara y Juan contesta el saludo  también sin asomarse;  piensa que mejor que se hayan ido pronto porque esa visita no le gustó nada de nada  y se asoma a la puerta para verlos desde atrás, cuando se van, y  asegurarse que se hayan ido. En cuanto llegue Gloria la pondrá al tanto.

    Cuando vuelve a los estantes descubre que en el primero hay algo que no estaba ahí antes. Se acerca a ver y encuentra que es la carpeta que el hombre que medía apoyó en el estante antes de trabajar. La carpeta olvidada le palpita en las manos, intuye que también ella tiene su vida. Podría averiguar quiénes eran los dos que llegaron tan temprano, cuando él está solo, y averiguar qué querían, supone. Está muy tentado de abrirla, aunque todavía se contiene. Se contiene un ratito más, y al fin se deja vencer por la sospecha y abre la carpeta.  Hay papeles con dibujos, planos, fotos del frente del edificio y fotos del patio interno. 

    Hay notas firmadas por el nuevo director. También hay, en otro papel grueso y transparente, el logotipo de una cafetería muy conocida adonde a veces la familia o los amigos lo llevan a él. Y acá está un croquis de…Juan lo mira de un lado, lo mira del otro, buscando perspectivas porque le resulta conocido. Lo levanta para verlo derecho y se para en la puerta: mira la misma puerta en el dibujo y enfrente tres ventanas dibujadas, las mismas ventanas de verdad que se asoman luminosas entre los pasillos. También hay cuentas de metros cuadrados y metros lineales.

    El plano es del depósito, deduce, por eso vinieron a medir. La deducción lo estremece: ahora sí que entiende que  el depósito sea un objeto de deseo y  que ese deseo es oscuro. El papel le tiembla en las manos. ¿El lugar del depósito se va a convertir en esa confitería que conoce? ¿Y toda la vida que hay, adónde irá? Juan se agarra la cabeza y recuerda: ¡jamás!

    Al instante, se ilumina: da media vuelta y corre a la biblioteca, sube por la escalera  saltando los escalones de dos en dos,  entra como una tromba y se para frente a la fotocopiadora.  Está muy nervioso y muy apurado, pero a él le enseñaron a hacer fotocopias así que va a copiar lo que hay en la carpeta y después se lo va a dar a Gloria. 

    Se apura todo lo que puede, está entregado por completo a hacerlas rápido, algunas le salen movidas y debe repetirlas, pero termina. Corre de vuelta al depósito, tropieza, se desliza por la escalera, y llega con el último aliento a ubicar la carpeta donde la encontró. No ha terminado de hacerlo y está jadeante  cuando el hombre que medía se asoma por la puerta:

    – ¡Hola! – saluda –  ¿Me olvidé una carpeta acá? – pregunta, simpático, con tono de hablar a la salita verde de un jardín de infantes.

    Juan se encoge de hombros y hace que revisa: ah, sí, acá hay una carpeta.

    –Gracias, querido – le acepta, con una palmadita en la mejilla  – Chau.

    Juan aprieta sus fotocopias. Ya no falta para que llegue Gloria.  Está seguro que la guerra va a recomenzar.




    http://sembrandoelviento.blogspot.com.ar/2014/07/oscuro-objeto-del-deseo-un-cuento-de.html

    Las selfies, nuestra nueva pasión narcisista

    Dos historias recientes, una risueña y otra trágica, han colocado en un primer plano el tema de las selfies, los retratos digitales que las personas sacan de sí mismas y que suben diariamente por millones a las redes sociales. Habiéndose masificado los dispositivos que permiten sacar fotos en cualquier ocasión, pocos resisten la tentación de incluirse, mediante la distancia de su brazo, en la eternidad del instante.
    Lo que no estaba previsto es que en la lista de cultores de las selfies ingresara uno de nuestros antecesores en la escala de la existencia. De allí viene la primera historia: una batalla legal por elcopyright se ha desatado en torno de la selfie que un macaco tomó de sí mismo, en Indonesia, con la cámara del fotógrafo inglés David Slater. Se cuenta que el simpático macaco robó la cámara y, seducido por el ruido de los clics, comenzó a jugar con ella, a disparar al aire y a sacarse fotos a sí mismo.
    La sonrisa cuidadosamente elaborada (como en toda selfie), la expresión juguetona y los ojos pícaros fijos en la cámara confirmarían la teoría de Darwin, aunque no hubiera ninguna otra evidencia.
    Es que el macaco sonríe con una sutileza y una ironía insuperables, como si hubiera podido entrever el problema que causaría. Porque la ley sostiene que el dueño de los derechos de autor de la imagen es de quien saca la foto, pero ¿qué sucede cuando el que saca la foto es un mono? Wikipedia commons, el sitio de imágenes de uso gratuito, la publicó sin comprar los derechos bajo el argumento de que los monos no pueden poseer derechos de autor y que, por lo tanto, la imagen pertenece al dominio público.
    En este punto, no debiéramos olvidar que los monos tienen algún lejano copyright sobre el hombre mismo, pero es cierto que no pueden patentar sus ocurrencias. Pero toda la discusión es, junto al autorretrato, gloriosa. Para tornar las cosas más graciosas o grotescas, Slater argumentó, en defensa de sus intereses, no sólo que pagó el viaje y que el equipo fotográfico le pertenecía, sino que, para la ley, un asistente no es dueño del copyright. "Creo que el mono fue mi asistente", dijo, intentando quitarle protagonismo, aunque concediéndole sin darse cuenta un estatus casi humano. Creer que el mono trabajó para él es, de todas maneras, de una ingenuidad conmovedora. Se enmarca en la ilusión del sujeto de servirse del mundo y de los objetos, sin sospechar que el mundo está también animado y que se sirve igualmente de nosotros.
    En efecto, en este caso, el fotógrafo pagó miles de dólares para viajar a la selva, invirtió en conocimiento y equipos fotográficos, dispuso con minuciosidad la cámara para ser operada, y el mono se sacó una maravillosa foto para entregar al dominio público. Porque la sonrisa del mono refleja la ironía y acaso el agradecimiento de haber convertido al fotógrafo en su asistente. Para rematar la cuestión, Slater alegó que la fotografía es una profesión costosa y que "nos están quitando nuestro medio de vida". Indiferente a esos motivos, el monito dejó claro cuál de los dos podía estar en riesgo de extinción.
    El problema es apenas un indicio de lo que puede venir. Algún día, menos lejano de lo que parece, cuando estemos compuestos de silicio al estilo cíborgs -mitad máquinas, mitad hombres-, se plantearán nuevos problemas de derechos de autor. Una posible selfie del hombre, a largo plazo, tal vez sea una delgada existencia entre el animal y la máquina. Pero, en todo caso, uno no puede dejar de intuir que el macaco está parodiando, con su selfie, nuestra nueva pasión contemporánea.
    Aunque tal vez se esté riendo también un poco de nuestra especie y de nuestra pretensión de haberlos dejado atrás. Sabemos, por ejemplo, que los monos titíes tienen conversaciones educadas y que mantienen una etiqueta para hablar y dejar hablar. Interactúan por turnos y esperan durante unos cinco segundos después de que uno de ellos termina para responder. No hay más que observar una sesión del Congreso para dar por tierra nuestra evolución frente a los simios. Es que no sólo compartimos un 99% de nuestros genes con ellos. Hay quien señala, como el filósofo de Princeton Peter Singer, que los monos tienen el mismo nivel cognitivo que un niño, y que deberían tener derechos comparables, cosa que no ayuda a Slater. El otro Singer, el buitre Paul, acaso mire también la imagen del mono y vea en ella una selfie de la Argentina, cuya sonrisa parece decir: "¿Realmente creías que te íbamos a pagar?".
    La selfie ha sido seleccionada como la palabra del año 2013 por los Diccionarios Oxford, se expande viralmente por nuestro planeta y abarca al presidente Obama en el memorial de Mandela, a Ellen DeGeneres en la noche de los Oscar, hasta llegar sin escalas a nuestro mono. El otro caso, sin embargo, que conmovió al mundo en estos días, fue el de un matrimonio polaco que murió al caer a un acantilado en el intento de tomarse una autofoto cuando se encontraban en el centro turístico Cabo da Roca, al oeste de Lisboa. Saltaron las vallas para buscar el mejor ángulo, pero esta sobredosis de ambición estética fue el paso que los llevó a la muerte.

    Esta disposición a arriesgar todo por una mejora en la toma sólo puede comprenderse por la preponderancia que ha adquirido entre nosotros el parecer frente al ser. Y por la tendencia a convertir todas las vivencias en espectáculo, cuando a veces llaman a vivirse de manera no reproducible y singular. Unos pocos centímetros tras las barreras de protección, en busca de la perfección de la perspectiva, los llevó a despeñarse más de ochenta metros hacia el abismo. Como si el paisaje, que carece de sentimientos, hubiera cedido a su deseo y los hubiera devorado para permanecer, justamente, perfecto. Cosa que recuerda a aquellos indígenas que, agradecidos con los evangelizadores venidos de Europa, los devoraban en señal de respeto.
    Como se ve, no hay que jugar de más con lo subhumano ni con lo extrahumano. Uno podría sacar conclusiones, aplicables también a otras esferas, sobre los efectos inesperados de pretender manipularlo todo. Pero, para culminar, el hombre había dicho con motivo de una exposición en Polonia de sus fotos de Portugal: "Como fotógrafo no soy un espectador pasivo, sino un cazador activo en busca de la mejor perspectiva". Como en las tragedias griegas, es siempre un impulso ciego el que lleva al cazador a cazarse a sí mismo. Es que, justamente, esta desgracia evoca la historia de Narciso, quien también murió al caer al abismo de su propia imagen. Enamorado de su rostro y de su belleza, murió ahogado mientras intentaba abrazar la perfección de su rostro, luego de inclinarse hacia el agua que lo reflejaba.
    ¿Son las selfies una categoría del narcisismo contemporáneo? ¿O son una nueva manera de compartir nuestra vida con los demás? En cualquier caso, una arqueología futura de nuestras imágenes no dejará de asombrarse ante el fenómeno. Podrían ser, por un lado, una actividad lúdica, apenas un acto de ansiedad comunicativa, la necesidad de compartirse a sí mismo o de romper con un aislamiento. Pero las selfies son también una politización de la propia imagen, una autopromoción en la que cada uno controla cómo quiere aparecer ante los demás. Como señala Boris Groys, vivimos bajo un régimen de autodiseño y autosimulación compulsivos. Pero nadie está ya interesado en la contemplación. Vivimos en una civilización en la que todos muestran algo, pero en la que nadie lo mira.
    Tal vez sea nuestra propia muerte lo que buscamos conjurar con la producción en masa de imágenes de nosotros mismos. Porque la foto intenta contrarrestar el tiempo. Sin embargo, ante la marea de fotos que lo combaten, el tiempo adopta también la suave sonrisa del macaco, porque sabe que las propias armas servirán para comprobar nuestra derrota. En suma, si el Narciso contemporáneo necesita recordarle al mundo de manera serial su rostro, es porque ya no encuentra un reflejo que le devuelva su imagen original, un espejo en el cual reconocerse. Y así como algunas tribus llamadas primitivas tenían miedo a perder el alma mediante una foto, en nuestro caso tal vez delate, a la inversa, la búsqueda de esa alma perdida. © LA NACION
    Fuente:http://www.lanacion.com.ar/1720119-las-selfies-nuestra-nuevapasion-narcisista
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