12 ago 2009

La maravillosa aventura de leer




Por: Carlos Cabrera

LEER es una aventura maravillosa. A través de los libros accedemos a mundos extraordinarios, conocemos el pensamiento de múltiples autores, conectamos con distintas maneras de ver y sentir la realidad.

Los libros expanden nuestra experiencia. Gracias a ellos vivimos otras vidas. Los mundos que éstos nos abren estimulan nuestra imaginación y nuestra creatividad, nos enriquecen. Reservorios como son de los más variados contenidos –ciencias, artes, experiencias y vivencias, variadas culturas– en ellos nos habla el pasado, el presente y el futuro, lo apenas entresoñado y entrevisto, lo que aún no ha nacido ni cobrado forma entre nosotros…


La lectura, en tanto que multiplica y modifica nuestros puntos de vista, expande nuestra percepción del mundo, de los hombres y de las cosas, haciéndonos, por tanto, mucho más flexibles, abiertos y comprensivos.

Pero además, la lectura nos pone en contacto con la mágica realidad del lenguaje. Como es de sobra sabido, los grandes creadores le otorgan a la lengua una importancia trascendental: la emplean no como un mero vehículo de comunicación, sino como un fin en sí misma. De aquí que el comercio frecuente con las grandes obras de creación –ensayos, dramas, poemas, novelas y cuentos…— acreciente de forma notable nuestra sensibilidad lingüística. El consenso es en esto total: la lectura es el mejor medio para hacernos con nuestro idioma, para llegar a dominarlo a cabalidad, para lograr un manejo óptimo del mismo. La lectura enriquece de forma sustancial nuestro léxico y nuestra sintaxis.

De igual modo, el ejercicio mental de decodificación (de los signos del lenguaje y de las estructuras textuales) que implica la lectura, es un magnífico entrenamiento para nuestra inteligencia. Los individuos que han desarrollado un hábito lector tienen siempre una mente más despierta, ágil y bien estructurada que los que no han tenido la fortuna de hacerse con dicho hábito, el cual se adquiere en la niñez, y más en la casa que en la escuela.

Aspecto de enorme relevancia referido a la actividad lectiva es cómo la misma supone un diálogo sereno, reposado y sin interrupciones con el autor del texto. De aquí el componente de calma y sosiego que la lectura nos aporta: leer nos centra y nos concentra, nos calma y nos reposa. Es por ello que siempre que vamos a acometer la lectura de un libro procuramos instalarnos en un lugar confortable, fresco, solitario y silencioso, acogedor e íntimo, en el que nadie nos pueda importunar. Pues como el ameno y enriquecedor coloquio que es, la lectura está indisociablemente ligada a la tranquilidad y el sosiego espirituales.

Y asimismo hay sin duda un goce físico, sensual, estrictamente corporal –y casi animal– en la lectura, que a mi entender es un aspecto nada desdeñable de la misma. Con la lectura nos reconciliamos con nuestro cuerpo, nos recogemos en él y nos implantamos en él con el más absoluto y total abandono, con el regocijo de niños despegados por completo del mundo circundante.

Pero por encima de todo, la lectura es un diálogo con nosotros mismos, un viaje hacia nuestra interioridad. Toda buena lectura –toda grande y buena lectura— lo que en definitiva nos brinda y nos aporta es esto: un encuentro con lo más íntimo –y a veces secreto— de nosotros mismos. Con nuestra Humanidad.

Fuente: http://www.bibliotecaintec.com/2009/08/la-maravillosa-aventura-de-leer.html

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